En entregas pasadas hemos abordado el tema de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y su impacto en el desarrollo sostenible global dentro de los límites planetarios. El objetivo de dicho documento es abordar los enormes desafíos que enfrenta la humanidad como; fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y la emergencia climática.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecen que el crecimiento económico debe lograrse con justicia social y sostenibilidad ambiental. Por ende, la industria de los hidrocarburos, y su importancia económica global, juegan un papel importante para fomentar el desarrollo, y apuntar a cumplimiento de ODS específicos como: Energía asequible y no contaminante, Cambio climático , vida en tierra y agua, salud , acceso a agua limpia y desarrollo económico e innovación.
En los últimos años estas industrias tienen el reto de planificar, la seguridad energética y lograr oportunidades para las comunidades en los territorios de manera sostenible. Para ello, gran parte de las organizaciones han incorporado en sus actividades criterios de sostenibilidad y en sus planes de desarrollo hitos estratégicos que apalancan el logro de estos objetivos y a su vez, le permite alcanzar beneficios económicos, fortalecer el tejido social de las comunidades donde se opera, desarrollar programas de educación ambiental que se ve reflejado en oportunidades para los territorios. Lo anterior, hace parte de las acciones que enmarcan la Responsabilidad Social Empresarial, y que ha sido la vía de cambio y de transformación de las organizaciones que, a su vez, permite enfrentar los desafíos que enmarcan el cambio ambiental global.
Todo esto ha llevado a que hoy tengamos combustibles con menos emisiones, como el gas natural, donde los avances conseguidos permiten mayor eficiencia en su extracción, transporte y almacenamiento.
Se encienden las alarmas, es hora de actuar
El accionar humano ha provocado una alteración en los servicios ecosistémicos, acelerando el cambio climático y haciendo que se enciendan las alarmas para aprovechar esta última oportunidad que tenemos y corregir nuestro actuar. Así se ha expresado en la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2021, mejor conocida como COP26.
En este espacio se recordó que los compromisos asumidos durante la COP21, conocido como el Acuerdo de París, y su cumplimiento efímero para tomar medidas urgentes en mitigar la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) antes de que sea más tarde, de la misma forma, se hizo hincapié en los compromisos no alcanzados en materia de financiación, auspiciada por los países desarrollados, cuyo monto debería alcanzar los U$100.000 millones anuales y a los cuales no se ha llegado, dejando a varios países con recursos insuficientes para que se apliquen las acciones necesarias en adaptación al cambio climático y paralelamente cubran los costos producto del daño que ya han sufrido debido a este fenómeno global.
En materia de emisiones el panorama no puede ser más preocupante, ya que a pesar de la existencia de los acuerdos, el compromiso por parte de los gobiernos y del empresariado es insuficiente, pues no existen compromisos ni garantías para su cumplimiento. Sin embargo y de acuerdo con la Comisión de Transición Energética, se establecieron límites a las emisiones de GEI para 2030, las cuales se pactaron en 49.1 gigatones (Gt), , un panorama que indica que a pesar de los esfuerzos hay un compromiso de más de 100 naciones para reducir las emisiones de metano en un 30%, compromiso al que se adhirió Colombia.
En el ámbito de la financiación el panorama es más sombrío, pues aunque se hacen llamados a la acción, no existen compromisos reales para cumplir con la meta de financiar a los países con menos recursos económicos con miras a que implementen acciones eficaces que sumen en la lucha en contra del cambio climático. La promesa es reducir el consumo de combustibles fósiles y hacer la transición a fuentes de energía renovables, pero no existen compromisos concretos para su implementación y desarrollo.
Adicionalmente, se trazó un plan para reducir paulatinamente el uso del carbón, responsable del 40% de las emisiones de CO2 a la atmósfera, así como el compromiso de más de cien países de detener la deforestación para 2030. Esto ya lo hemos escuchado antes, lo que resulta desesperanzador, sin embargo, con el fuerte componente de financiación actual, se espera que el panorama sea diferente.
Aunque pareciera que en el ámbito político la batalla está perdida, vale la pena destacar que el sector privado, la academia, las entidades territoriales, las comunidades indígenas, los jóvenes y la sociedad civil en general, impulsan iniciativas con el ánimo de alcanzar los objetivos en pro de mitigar los efectos del cambio climático.
